jueves, 21 de mayo de 2009

Eva

Ayer estaba sentada en la silla, esa tan incómoda, leyendo un libro muy raro, tenía aspecto de aburrido. La invite a tomar un café pero la verdad es que no acepto como mucha gana, o por lo menos eso me pareció a mí. Creo que le interrumpí la lectura y no le sentó demasiado bien.
Siempre me enamoro de las que me odian.
No dejo de sufrir por su indiferencia, por su distancia, por la evasión de sus ojos a los míos; me gustaría poder decir que puedo largarme y no volver a verla, olvidarme de este sitio, de estas personas; podría hacerlo, tengo los medios suficientes como para decidirlo ahora mismo. Pero prefiero sufrir y verla, que sufrir por no verla nunca más.

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