jueves, 21 de mayo de 2009

Los Placeres Lejanos

Estoy sentada en el poyete de la ventana, miro por una inmensa cristalera, la observo de cerca; miro su pelo largo y negro, le cae lentamente por los hombros unos mechones como descuidados, perfectamente alineados con el escote; el azar puede llegar a ser muy perverso.
Los dedos de sus manos se entrelazan en su pelo, lo aparta suavemente de su frente, cae sobre unas pestañas negras que cuidan unos ojos con matices verdes y azules, como un mar donde me pierdo durante eternidades.
Pero me pierdo…me pierdo en cada detalle , en cada arruga, cada punto perfecto o imperfecto que la conforma….digo me pierdo por que hablaba de sus manos , de sus dedos delgados, su frágil estructura que toca su piel, que lava su cuerpo, viste sus senos…masturba su sexo. Una mano que me gustaría poseer, desearía que se deslizase, despacio y cálida entre las sabanas que me cubren de noche; en una cama donde hay un sitio vacio con su nombre.
Su cuerpo ocupa mis sueños, una mente que turba mis sentidos y satura mis estados diurnos.
No acercarme es mi escudo, si lo hago mis ojos se inundan de placer y me delatan, mi respiración se vuelve inconforme, porque quiere ser profunda junto a ella. Me convierto en un monstruo de placer y deseo que se esconde como un depredador observando.
Veo como me llaman, despierto y me doy cuenta de mis puños cerrados, de mi tensión corporal…hace calor.
Bajo lentamente las escaleras, más despacio de lo habitual; lo habitual al resto del mundo; espero que ella se haya ido cuando llegue.
Me paro en un mostrador de madera de hace siglos, observo grietas, miro papeles; ella está aquí, no quiero mirar sus ojos, concentrarme en ser distante y antipática. Siento como su cuerpo se mueve lentamente, inconsciente, hacia mí…
No me puede rozar, si lo hace, creo, voy a perder el control de mi voluntad.

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